
martes, 29 de junio de 2010
jueves, 24 de junio de 2010
Carta 11: ¿Hasta dónde lo dejo ser su padre?
Hola Dios:
¿Cómo estás? Yo muy preocupada y confundida. Soy Claudia María, tengo 28 años y vivo en Venezuela. Soy una madre soltera que está atravesando por un muy mal momento. Necesito respuestas urgentes de tu parte, por favor. Soy secretaria y vivimos junto con mi hijito, Alfredo, en casa de mi madre. Su padre y yo fuimos novios durante tres años. El noviazgo fue difícil, pues peleábamos mucho debido a sus celos y su necesidad de control. Me propuso matrimonio y yo no acepté de inmediato. En el fondo, Carlos me daba miedo. Sin embargo, a los pocos días quedé embarazada y me resigné a casarme con él. Cuál sería mi sorpresa que en el momento que le comuniqué que estaba embarazada, se desapareció por los siguientes tres años. No volví a verlo, no se comunicó más. Parecía como que si la tierra se lo hubiera tragado. La única respuesta de sus padres fue que se había ido a estudiar al extranjero. Entonces, entendí que nos había abandonado. Era incomprensible, ya que dos meses atrás me había propuesto matrimonio. ¡Estaba deshecha!
El embarazo lo viví en medio de mucha cólera, temor y lágrimas. Mi madre me apoyó todo lo que pudo. Como es lógico, el dinero era escaso, mi salario de secretaria en el gobierno no era bueno y como pude le fui haciendo frente a la situación. El bebé nació muy bien en medio de un silencio doloroso. Al pasar el tiempo, el amor de Alfredito nos fue sanando la herida del corazón. No tuve ninguna otra relación amorosa y me dediqué por completo a mi hijo y a mi trabajo. ¡Él fue creciendo bello, sano y fuerte! ¡Mi madre y yo estamos muy orgullosas de él! Ahora, asiste al Kinder por primera vez. Por supuesto, que Alfredito únicamente lleva mis apellidos porque así lo quiero.
Todo iba en paz y muy bien hasta que Carlos apareció de nuevo. Fue hace 6 meses cuando recibí su primera llamada. Inicialmente, fue para pedir perdón y conocer a su hijo. Cuando escuché su voz sentí que un relámpago me golpeaba la cabeza. No recuerdo nunca haber sentido tanto miedo. Mi instinto materno me dijo que había peligro. Yo me negué a que viniera a casa a conocerlo. Las semanas siguientes, me llamó alrededor de 20 veces al día para presionarme. Parecía una guerra de guerrillas, terrorífica e intimidante. Comenzó a llamar a mi madre, quien por la angustia se enfermó de inmediato. Estacionaba su auto frente a nuestra casa y pasaba allí largas horas. Por fin, acepté llevar a su hijo a un McDonald’s para que lo conociera. Fue un encuentro tenso y Alfredito quedó muy confundido por lo que Carlos le dijo: “soy tu papi y tengo derecho a verte, aunque tu mami no quiera”. A partir del encuentro decidí, definitivamente, que no lo vería más. A raíz de ese incidente Carlos subió el tono de la presión; se volvió violento, abusivo y agresivo. Tuvo el descaro de amenazarme con “usar la fuerza” si yo no lo dejaba ver a
su hijo. Quiere intimidarme y arrinconarme. Observo sus conductas, hasta el momento no me ha ofrecido ni un solo centavo; no ha preguntado nada que muestre ni el más mínimo gesto de amor hacia el niño; no ha tenido ninguna consideración ni gentileza hacia mi madre o hacia mí. Por el contrario, utiliza todo tipo de argumentos para hacerme sentir culpable, pero no tiene ninguna muestra amor hacia su hijo, mi madre o yo.
Nosotros tres vivíamos en paz hasta que Carlos apareció. Mi intuición me dice que esto no es bueno. Mi mente me dice que podría ser bueno para Alfredito. Mi corazón está muy confundido.
Dime, Dios, ¿hasta dónde lo dejo ser su padre? ¿Cuál es su derecho real ante esta situación? ¿Qué es lo mejor para Alfredito?
Amada Claudia María:
Sé que te encuentras muy asustada y afligida. Todo lo que ha sucedido desde la noticia del embarazo hasta la fecha, más la forma como se ha comportado el papá de tu hijo, te hace sentir un profundo temor que no entiendes. En vista de que tus preguntas son específicas en cuanto a este padre de este hijo, mi propósito no es darte una respuesta general sobre la paternidad, sino específica hacia ti y tus circunstancias.
Todo ser humano de cualquier edad tiene derecho a ser respetado y a protegerse a sí mismo cuando ha sido agredido, tal y como tú lo sientes con respecto al padre del niño. Pero aquí hay dos factores: por un lado, en tu interior, mientras tu corazón esté con tanto temor, tu mente no puede trabajar con claridad ni tomar las medidas adecuadas para, realmente, establecer una paternidad responsable. Y por otro lado, en el exterior y ante la ley de los hombres tienes la ventaja de que el hijo no está bajo la tutela del padre, puesto que no tiene sus nombres. Pero, ante ti misma te preguntas más allá de la ley humana, no de cuál es tu derecho, sino cuál es el derecho de tu propio hijo con respecto a su padre. Porque los derechos son de tu hijo, no sólo de ustedes como padres. Existen muchos padres que únicamente han aportado su parte biológica para que un niño sea gestado, pero la parte fundamental, el aporte que el padre hace para la crianza del hijo muchas veces falta.
Quiero decirte que en primer lugar, es importante que sane tu corazón y tu mente de tanto temor acumulado a lo largo de estos años. Busca ayuda para que tu corazón tenga paz y tu mente se aclare. También, a pesar de que te suene extraño que Yo diga esto, busca ayuda legal para que las leyes humanas puedan protegerte, sobre todo por la forma en que, Yo sé que tu madre y tú han sido fuertemente agredidas por él, en tu propia casa. En este instante lo que prevalece es la seguridad de Alfredito, de tu madre y tuya, por sobre el derecho de la paternidad o no del padre. Más bien, él necesita límites a su conducta para los cuales puedes apoyarte en la ley humana para obtener medidas de protección. Esta protección implica que no se acerque ni a ti ni a tu casa dada la forma en que ya han sido agredidas.
Sería bueno que tuvieras un intermediario humano, un hombre de la ley, para que el padre de tu hijo entienda que tú eres quien tomará la decisión de hacer alguna concesión. Según su comportamiento podría tener uno o dos años de prueba para mostrar su conducta y responsabilidad. Además, él debe definir ante la ley de los hombres cuál es su intención hacia el niño y qué está dispuesto a hacer para ser un verdadero padre. Incluso, tienes la posibilidad de poner como condición legal que el padre asista a un tratamiento para aprender a manejar su ira para condicionar su presencia ante el niño. Necesitas evaluar a través de los años, que él verdaderamente demuestre que su conducta no es violenta hacia ti ni hacia el niño ni hacia nadie. De no ser así tu instinto, en este caso en particular, te está hablando más que tu razón, te habla para protegerte a ti y a tu familia no sólo a Alfredito, sino también a tu madre.
Pero aunque, tomes medidas externas si tú aún mantienes un estado continuo de temor sin sanar todas esas heridas, la maternidad con tu niño puede verse totalmente afectada, en todos los aspectos, incluyendo su sobrevivencia física, su educación, su vida emocional, afectiva y espiritual. Es importante que veas que el padre de Alfredito no está sano, por eso debes exigir ante los tribunales humanos. Debes condicionar su presencia en la vida del niño sólo en función de que él reciba ayuda, es fundamental para ustedes. De lo contrario, aunque tu hijo no lo comprenda ahora que es niño y le sea difícil aceptarlo, quizá más adelante si lo pueda comprender, no lo puedes permitir.
Así que, mi querida hijita, no temas. Sigue con tu vida, resuelve esta situación; recurre a una protección externa para ti y tu familia. Envía desde tu corazón armonía y luz, para ti y para él; perdónalo desde lo más profundo de tu corazón para que tú estés libre y puedas ayudar a criar a tu hijo fuerte y libre.
Que mi bendición esté contigo.
¿Cómo estás? Yo muy preocupada y confundida. Soy Claudia María, tengo 28 años y vivo en Venezuela. Soy una madre soltera que está atravesando por un muy mal momento. Necesito respuestas urgentes de tu parte, por favor. Soy secretaria y vivimos junto con mi hijito, Alfredo, en casa de mi madre. Su padre y yo fuimos novios durante tres años. El noviazgo fue difícil, pues peleábamos mucho debido a sus celos y su necesidad de control. Me propuso matrimonio y yo no acepté de inmediato. En el fondo, Carlos me daba miedo. Sin embargo, a los pocos días quedé embarazada y me resigné a casarme con él. Cuál sería mi sorpresa que en el momento que le comuniqué que estaba embarazada, se desapareció por los siguientes tres años. No volví a verlo, no se comunicó más. Parecía como que si la tierra se lo hubiera tragado. La única respuesta de sus padres fue que se había ido a estudiar al extranjero. Entonces, entendí que nos había abandonado. Era incomprensible, ya que dos meses atrás me había propuesto matrimonio. ¡Estaba deshecha!
El embarazo lo viví en medio de mucha cólera, temor y lágrimas. Mi madre me apoyó todo lo que pudo. Como es lógico, el dinero era escaso, mi salario de secretaria en el gobierno no era bueno y como pude le fui haciendo frente a la situación. El bebé nació muy bien en medio de un silencio doloroso. Al pasar el tiempo, el amor de Alfredito nos fue sanando la herida del corazón. No tuve ninguna otra relación amorosa y me dediqué por completo a mi hijo y a mi trabajo. ¡Él fue creciendo bello, sano y fuerte! ¡Mi madre y yo estamos muy orgullosas de él! Ahora, asiste al Kinder por primera vez. Por supuesto, que Alfredito únicamente lleva mis apellidos porque así lo quiero.
Todo iba en paz y muy bien hasta que Carlos apareció de nuevo. Fue hace 6 meses cuando recibí su primera llamada. Inicialmente, fue para pedir perdón y conocer a su hijo. Cuando escuché su voz sentí que un relámpago me golpeaba la cabeza. No recuerdo nunca haber sentido tanto miedo. Mi instinto materno me dijo que había peligro. Yo me negué a que viniera a casa a conocerlo. Las semanas siguientes, me llamó alrededor de 20 veces al día para presionarme. Parecía una guerra de guerrillas, terrorífica e intimidante. Comenzó a llamar a mi madre, quien por la angustia se enfermó de inmediato. Estacionaba su auto frente a nuestra casa y pasaba allí largas horas. Por fin, acepté llevar a su hijo a un McDonald’s para que lo conociera. Fue un encuentro tenso y Alfredito quedó muy confundido por lo que Carlos le dijo: “soy tu papi y tengo derecho a verte, aunque tu mami no quiera”. A partir del encuentro decidí, definitivamente, que no lo vería más. A raíz de ese incidente Carlos subió el tono de la presión; se volvió violento, abusivo y agresivo. Tuvo el descaro de amenazarme con “usar la fuerza” si yo no lo dejaba ver a
su hijo. Quiere intimidarme y arrinconarme. Observo sus conductas, hasta el momento no me ha ofrecido ni un solo centavo; no ha preguntado nada que muestre ni el más mínimo gesto de amor hacia el niño; no ha tenido ninguna consideración ni gentileza hacia mi madre o hacia mí. Por el contrario, utiliza todo tipo de argumentos para hacerme sentir culpable, pero no tiene ninguna muestra amor hacia su hijo, mi madre o yo.
Nosotros tres vivíamos en paz hasta que Carlos apareció. Mi intuición me dice que esto no es bueno. Mi mente me dice que podría ser bueno para Alfredito. Mi corazón está muy confundido.
Dime, Dios, ¿hasta dónde lo dejo ser su padre? ¿Cuál es su derecho real ante esta situación? ¿Qué es lo mejor para Alfredito?
Amada Claudia María:
Sé que te encuentras muy asustada y afligida. Todo lo que ha sucedido desde la noticia del embarazo hasta la fecha, más la forma como se ha comportado el papá de tu hijo, te hace sentir un profundo temor que no entiendes. En vista de que tus preguntas son específicas en cuanto a este padre de este hijo, mi propósito no es darte una respuesta general sobre la paternidad, sino específica hacia ti y tus circunstancias.
Todo ser humano de cualquier edad tiene derecho a ser respetado y a protegerse a sí mismo cuando ha sido agredido, tal y como tú lo sientes con respecto al padre del niño. Pero aquí hay dos factores: por un lado, en tu interior, mientras tu corazón esté con tanto temor, tu mente no puede trabajar con claridad ni tomar las medidas adecuadas para, realmente, establecer una paternidad responsable. Y por otro lado, en el exterior y ante la ley de los hombres tienes la ventaja de que el hijo no está bajo la tutela del padre, puesto que no tiene sus nombres. Pero, ante ti misma te preguntas más allá de la ley humana, no de cuál es tu derecho, sino cuál es el derecho de tu propio hijo con respecto a su padre. Porque los derechos son de tu hijo, no sólo de ustedes como padres. Existen muchos padres que únicamente han aportado su parte biológica para que un niño sea gestado, pero la parte fundamental, el aporte que el padre hace para la crianza del hijo muchas veces falta.
Quiero decirte que en primer lugar, es importante que sane tu corazón y tu mente de tanto temor acumulado a lo largo de estos años. Busca ayuda para que tu corazón tenga paz y tu mente se aclare. También, a pesar de que te suene extraño que Yo diga esto, busca ayuda legal para que las leyes humanas puedan protegerte, sobre todo por la forma en que, Yo sé que tu madre y tú han sido fuertemente agredidas por él, en tu propia casa. En este instante lo que prevalece es la seguridad de Alfredito, de tu madre y tuya, por sobre el derecho de la paternidad o no del padre. Más bien, él necesita límites a su conducta para los cuales puedes apoyarte en la ley humana para obtener medidas de protección. Esta protección implica que no se acerque ni a ti ni a tu casa dada la forma en que ya han sido agredidas.
Sería bueno que tuvieras un intermediario humano, un hombre de la ley, para que el padre de tu hijo entienda que tú eres quien tomará la decisión de hacer alguna concesión. Según su comportamiento podría tener uno o dos años de prueba para mostrar su conducta y responsabilidad. Además, él debe definir ante la ley de los hombres cuál es su intención hacia el niño y qué está dispuesto a hacer para ser un verdadero padre. Incluso, tienes la posibilidad de poner como condición legal que el padre asista a un tratamiento para aprender a manejar su ira para condicionar su presencia ante el niño. Necesitas evaluar a través de los años, que él verdaderamente demuestre que su conducta no es violenta hacia ti ni hacia el niño ni hacia nadie. De no ser así tu instinto, en este caso en particular, te está hablando más que tu razón, te habla para protegerte a ti y a tu familia no sólo a Alfredito, sino también a tu madre.
Pero aunque, tomes medidas externas si tú aún mantienes un estado continuo de temor sin sanar todas esas heridas, la maternidad con tu niño puede verse totalmente afectada, en todos los aspectos, incluyendo su sobrevivencia física, su educación, su vida emocional, afectiva y espiritual. Es importante que veas que el padre de Alfredito no está sano, por eso debes exigir ante los tribunales humanos. Debes condicionar su presencia en la vida del niño sólo en función de que él reciba ayuda, es fundamental para ustedes. De lo contrario, aunque tu hijo no lo comprenda ahora que es niño y le sea difícil aceptarlo, quizá más adelante si lo pueda comprender, no lo puedes permitir.
Así que, mi querida hijita, no temas. Sigue con tu vida, resuelve esta situación; recurre a una protección externa para ti y tu familia. Envía desde tu corazón armonía y luz, para ti y para él; perdónalo desde lo más profundo de tu corazón para que tú estés libre y puedas ayudar a criar a tu hijo fuerte y libre.
Que mi bendición esté contigo.
miércoles, 9 de junio de 2010
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)

