
Hola Padre,
Vivíamos en New York cuando la helada madrugada del 16 de diciembre de 1964, bajo una fuerte nevada salimos de casa rumbo al aeropuerto. Íbamos a pasar las Navidades en casa de mis abuelos. En ese tiempo, el mundo no había entrado aún en la era digital y los controles aéreos de los aeropuertos estaban a merced de personas y no de computadoras. Jamás olvidaré a un inusitado pasajero que se subió de último al avión envuelto en un aura de prisa y desconcierto. Se sentó a nuestro lado todavía jadeando por la maratón que había corrido para lograr subirse a la aeronave. Al llegar a su asiento, visiblemente sudado sin detectar las miradas morbosas de mi hermana Ann y mía, se sentó a nuestro lado y en tres segundos y medio se quedó dormido. Algunas horas más tarde, se despertó y notamos su preocupación al ver que el tiempo pasaba y que aún no llegaba a su destino. Al pasar la azafata por el pasillo de la clase turista le preguntó -¿Cuánto tiempo falta para llegar a Dallas?- Ella respondió -¿A Dallas dijo usted?- –Sí, eso dije- Visiblemente alterada ella respondió–Faltan 6 horas para aterrizar señor, este vuelo va para Londres- ¡Soy Jackie y eso exactamente me está pasando a mí!
Parece que estoy un poco “dormida” en mi vida y estoy llegando a lugares a los que no quiero ir. Te cuento un ejemplo típico que refleja mi vida: vivimos en Virginia del Norte y hace un tiempo mi esposo me invito a que lo acompañara 6 días a Oregón en un viaje de negocios. Precisamente en esa fecha se iba llevar a cabo un retiro espiritual de 5 días que yo había estado esperando todo el año. Era un encuentro espiritual increíble, único, donde grandes personalidades iban a impartir talleres y conferencias de temas apasionantes. ¿Qué hacer? Por un lado, mi esposo pedía mi compañía, pues nos habíamos visto poco las últimas semanas debido a su trabajo.
Adicionalmente, las esposas de los otros ejecutivos irían. Pero, por el otro lado, para mi vida espiritual era muy importante ese encuentro. Sentí que tenía que elegir entre el cielo y la tierra. Finalmente, acepte acompañarlo. ¿Cuál fue el resultado? Las esposas de los otros ejecutivos no llegaron y por ser la única mujer,James prefirió que no fuera con ellos a las reuniones más importantes porque podría sentirme incómoda. Me apunté en algunas excursiones para conocer la ciudad, pero la mayoría del tiempo estuve en el hotel. ¡Quería darme 10 golpes en la cabeza por haberme sacrificado a mí misma! ¿Cómo no le dije lo qué sentía realmente? ¿Por qué no fui asertiva y le dije a James simplemente “no”? Creo que él lo hubiera aceptado. El problema está en mí. He dejado pasar un millón de oportunidades maravillosas por temor a lastimar a los demás. He sacrificado mis partidos de tenis, el gimnasio, atractivos trabajos; viajes con mis amigas; inversiones interesantes y alegrías personales para que todos los demás obtengan lo que desean. Me falta valor para decir no. Para defender mis sentimientos, mis pensamientos, mis sueños. Me falta fuerza y asertividad para encaminarme hacia donde quiero llegar. A menudo por eso termino en donde no quiero.
Me preguntaba, Dios, ¿cómo me despojo del temor que habita en el fondo de mi corazón de creer que soy pequeña, efímera e insignificante? ¿Qué me dará la fuerza para llegar hacia donde mi corazón y mi alma ansían de verdad?
Amada Jackie: En este camino que recorren millones de seres donde parece que lidian entre su intención del amor hacia sí mismos o hacia otros en realidad lo que hacen es lidiar en el temor hacia sí mismos y hacia otros. Porque si las decisiones que se toman están basadas en el amor en ellas hay libertad, gozo y paz. Cuando se toman en el temor, el resultado es lo opuesto y queda un vacío interior que nada lo puede llenar. Sin embargo, me cuentas que querías asistir a un retiro espiritual, supongo que se relacionaba conmigo y observo que lo estabas buscando afuera, no adentro de ti. Estabas buscando toda una convivencia que te llevara a eso cuando tuviste la oportunidad de estar contigo misma. Ésta era, precisamente, la mayor de las oportunidades que te podía llevar a estar en contacto contigo y conmigo. Disfrutaste de una soledad única sin distractores y lo único que hiciste fue enojarte contigo por no haber sido asertiva. Tu pregunta inicial es la más importante, pero te la responderé al final… ¿Por qué me estás buscando afuera si me puedes encontrar adentro de ti misma? Admiro ese intento de inscribirte en un retiro de 5 días para encontrarme, sin embargo, al viajar con tu esposo más “retirada” no pudiste estar. Me pediste que te diera la oportunidad de encontrarte conmigo y mejor oportunidad no pudiste haber tenido, ¿no crees? Date cuenta que lo que estabas buscando allá afuera, estaba adentro de ti porque yo te habito. Y para estar conmigo sólo necesitas ir a tu interior, hacia lo profundo de ti y abrir tu corazón; abrir tu mente y dejarte fluir en mi universo que habita en tu interior. No necesitas nada más que invocarme como estás haciendo ahora. No es necesario hacer tanto para encontrarse conmigo. En la medida en que no te encuentras conmigo, no te encuentras tampoco contigo. Y cuando no te encuentras contigo ni conmigo es más fácil oír las voces del temor que las del amor. ¿Qué tal si más allá de técnicas asertivas vuelves a ti y vuelves a mí que es realmente lo que estás buscando? Y, ¿qué tal si para cada decisión que tomes en cuanto a otros revisas realmente tu intención? Porque cuando estás tomando una decisión desde el amor no hay confusiones ni contradicciones, estás alineada contigo y conmigo. Mas cuando tomas decisiones en el temor y en el enojo, ni estás contigo ni estás conmigo. Ni lo que haces realmente es para ti ni para mí ni para otros, sino lo que haces es seguir caminos escritos por otros, que no son los tuyos. Te preguntas, ¿por qué no llegas al camino que tú quieres recorrer? Sin embargo, todo lo que has hecho lo has elegido tú. A veces te parece que es alguien más quien te lleva a recorrer ese camino que no es tuyo. Pero, dime, ¿escogiste tú a tu pareja? Sí, así fue. ¿Decidiste tú hacer lo que has hecho por los demás? Sí, tú lo decidiste. Pero tal pareciera que te enojas al sentir que hay una parte que decide sobre ti y que no eres tú. En realidad, te invito a pensar y a sentir que eres tú quien está tomando cada decisión; te invito a recobrar tu propia consciencia de ti misma y retomarla en un nivel de significado y responsabilidad propia. Te invito a asumir tu propia responsabilidad sobre tus decisiones y a ponerte en contacto con ellas y con tu intención. Más bien, bendícete en lugar de juzgarte; respetar esa intención que has tenido de hacerlo para otros, pero en bendición. Cuando empieces a bendecir que es lo que debes hacer en lugar de juzgarte, reprocharte y enojarte contigo misma, entonces vas a recobrar la energía para decir no a lo que no te apetece hacer. Nadie te ha obligado, revisa tu vida. Todas las decisiones las has tomado tú en plena libertad, pues vives en una parte del planeta donde la voluntad se respeta. Entonces, ¿qué tal si asumes la responsabilidad de tus decisiones y bendices por el fruto que de éstas has tenido? Revisa. Ha sido fruto de mucha luz en la mayoría de tus decisiones, sólo que has sentido que las tomaste sin ti, pero realmente las tomaste tú. Colócate dentro de ti, no necesitas buscar afuera a quien te habita. Tú te habitas a ti misma y Yo también. Me preguntas qué hacer para ser más asertiva, no es cuestión de técnicas sólo vuelve a ti. Escúchate, pero desde el amor en tu ser iluminado sagrado y bondadoso. Adentro de ti hay una intención legítima de hacer bien a otros. Dicha intención está en el amor. Contacta con el amor no sólo a otros sino también a ti misma. Cuando el amor está presente no hay contradicciones. Sal del temor a través del amor que es lo que te llevará a la claridad para decidir cuándo necesitas decir sí. Date cuenta que la respuesta y la responsabilidad de la decisión proviene de ti y no de afuera. Me hablas de libertad y ésta empieza ahí. Sigue tu camino porque no es el camino de nadie más, sino sólo el tuyo. Nadie más lo puede caminar por ti, sólo tú misma. Nadie te lo está diseñando, ni en el cielo ni en la tierra, nadie más que tú misma. Queda en mi bendición.
Vivíamos en New York cuando la helada madrugada del 16 de diciembre de 1964, bajo una fuerte nevada salimos de casa rumbo al aeropuerto. Íbamos a pasar las Navidades en casa de mis abuelos. En ese tiempo, el mundo no había entrado aún en la era digital y los controles aéreos de los aeropuertos estaban a merced de personas y no de computadoras. Jamás olvidaré a un inusitado pasajero que se subió de último al avión envuelto en un aura de prisa y desconcierto. Se sentó a nuestro lado todavía jadeando por la maratón que había corrido para lograr subirse a la aeronave. Al llegar a su asiento, visiblemente sudado sin detectar las miradas morbosas de mi hermana Ann y mía, se sentó a nuestro lado y en tres segundos y medio se quedó dormido. Algunas horas más tarde, se despertó y notamos su preocupación al ver que el tiempo pasaba y que aún no llegaba a su destino. Al pasar la azafata por el pasillo de la clase turista le preguntó -¿Cuánto tiempo falta para llegar a Dallas?- Ella respondió -¿A Dallas dijo usted?- –Sí, eso dije- Visiblemente alterada ella respondió–Faltan 6 horas para aterrizar señor, este vuelo va para Londres- ¡Soy Jackie y eso exactamente me está pasando a mí!
Parece que estoy un poco “dormida” en mi vida y estoy llegando a lugares a los que no quiero ir. Te cuento un ejemplo típico que refleja mi vida: vivimos en Virginia del Norte y hace un tiempo mi esposo me invito a que lo acompañara 6 días a Oregón en un viaje de negocios. Precisamente en esa fecha se iba llevar a cabo un retiro espiritual de 5 días que yo había estado esperando todo el año. Era un encuentro espiritual increíble, único, donde grandes personalidades iban a impartir talleres y conferencias de temas apasionantes. ¿Qué hacer? Por un lado, mi esposo pedía mi compañía, pues nos habíamos visto poco las últimas semanas debido a su trabajo.
Adicionalmente, las esposas de los otros ejecutivos irían. Pero, por el otro lado, para mi vida espiritual era muy importante ese encuentro. Sentí que tenía que elegir entre el cielo y la tierra. Finalmente, acepte acompañarlo. ¿Cuál fue el resultado? Las esposas de los otros ejecutivos no llegaron y por ser la única mujer,James prefirió que no fuera con ellos a las reuniones más importantes porque podría sentirme incómoda. Me apunté en algunas excursiones para conocer la ciudad, pero la mayoría del tiempo estuve en el hotel. ¡Quería darme 10 golpes en la cabeza por haberme sacrificado a mí misma! ¿Cómo no le dije lo qué sentía realmente? ¿Por qué no fui asertiva y le dije a James simplemente “no”? Creo que él lo hubiera aceptado. El problema está en mí. He dejado pasar un millón de oportunidades maravillosas por temor a lastimar a los demás. He sacrificado mis partidos de tenis, el gimnasio, atractivos trabajos; viajes con mis amigas; inversiones interesantes y alegrías personales para que todos los demás obtengan lo que desean. Me falta valor para decir no. Para defender mis sentimientos, mis pensamientos, mis sueños. Me falta fuerza y asertividad para encaminarme hacia donde quiero llegar. A menudo por eso termino en donde no quiero.
Me preguntaba, Dios, ¿cómo me despojo del temor que habita en el fondo de mi corazón de creer que soy pequeña, efímera e insignificante? ¿Qué me dará la fuerza para llegar hacia donde mi corazón y mi alma ansían de verdad?
Amada Jackie: En este camino que recorren millones de seres donde parece que lidian entre su intención del amor hacia sí mismos o hacia otros en realidad lo que hacen es lidiar en el temor hacia sí mismos y hacia otros. Porque si las decisiones que se toman están basadas en el amor en ellas hay libertad, gozo y paz. Cuando se toman en el temor, el resultado es lo opuesto y queda un vacío interior que nada lo puede llenar. Sin embargo, me cuentas que querías asistir a un retiro espiritual, supongo que se relacionaba conmigo y observo que lo estabas buscando afuera, no adentro de ti. Estabas buscando toda una convivencia que te llevara a eso cuando tuviste la oportunidad de estar contigo misma. Ésta era, precisamente, la mayor de las oportunidades que te podía llevar a estar en contacto contigo y conmigo. Disfrutaste de una soledad única sin distractores y lo único que hiciste fue enojarte contigo por no haber sido asertiva. Tu pregunta inicial es la más importante, pero te la responderé al final… ¿Por qué me estás buscando afuera si me puedes encontrar adentro de ti misma? Admiro ese intento de inscribirte en un retiro de 5 días para encontrarme, sin embargo, al viajar con tu esposo más “retirada” no pudiste estar. Me pediste que te diera la oportunidad de encontrarte conmigo y mejor oportunidad no pudiste haber tenido, ¿no crees? Date cuenta que lo que estabas buscando allá afuera, estaba adentro de ti porque yo te habito. Y para estar conmigo sólo necesitas ir a tu interior, hacia lo profundo de ti y abrir tu corazón; abrir tu mente y dejarte fluir en mi universo que habita en tu interior. No necesitas nada más que invocarme como estás haciendo ahora. No es necesario hacer tanto para encontrarse conmigo. En la medida en que no te encuentras conmigo, no te encuentras tampoco contigo. Y cuando no te encuentras contigo ni conmigo es más fácil oír las voces del temor que las del amor. ¿Qué tal si más allá de técnicas asertivas vuelves a ti y vuelves a mí que es realmente lo que estás buscando? Y, ¿qué tal si para cada decisión que tomes en cuanto a otros revisas realmente tu intención? Porque cuando estás tomando una decisión desde el amor no hay confusiones ni contradicciones, estás alineada contigo y conmigo. Mas cuando tomas decisiones en el temor y en el enojo, ni estás contigo ni estás conmigo. Ni lo que haces realmente es para ti ni para mí ni para otros, sino lo que haces es seguir caminos escritos por otros, que no son los tuyos. Te preguntas, ¿por qué no llegas al camino que tú quieres recorrer? Sin embargo, todo lo que has hecho lo has elegido tú. A veces te parece que es alguien más quien te lleva a recorrer ese camino que no es tuyo. Pero, dime, ¿escogiste tú a tu pareja? Sí, así fue. ¿Decidiste tú hacer lo que has hecho por los demás? Sí, tú lo decidiste. Pero tal pareciera que te enojas al sentir que hay una parte que decide sobre ti y que no eres tú. En realidad, te invito a pensar y a sentir que eres tú quien está tomando cada decisión; te invito a recobrar tu propia consciencia de ti misma y retomarla en un nivel de significado y responsabilidad propia. Te invito a asumir tu propia responsabilidad sobre tus decisiones y a ponerte en contacto con ellas y con tu intención. Más bien, bendícete en lugar de juzgarte; respetar esa intención que has tenido de hacerlo para otros, pero en bendición. Cuando empieces a bendecir que es lo que debes hacer en lugar de juzgarte, reprocharte y enojarte contigo misma, entonces vas a recobrar la energía para decir no a lo que no te apetece hacer. Nadie te ha obligado, revisa tu vida. Todas las decisiones las has tomado tú en plena libertad, pues vives en una parte del planeta donde la voluntad se respeta. Entonces, ¿qué tal si asumes la responsabilidad de tus decisiones y bendices por el fruto que de éstas has tenido? Revisa. Ha sido fruto de mucha luz en la mayoría de tus decisiones, sólo que has sentido que las tomaste sin ti, pero realmente las tomaste tú. Colócate dentro de ti, no necesitas buscar afuera a quien te habita. Tú te habitas a ti misma y Yo también. Me preguntas qué hacer para ser más asertiva, no es cuestión de técnicas sólo vuelve a ti. Escúchate, pero desde el amor en tu ser iluminado sagrado y bondadoso. Adentro de ti hay una intención legítima de hacer bien a otros. Dicha intención está en el amor. Contacta con el amor no sólo a otros sino también a ti misma. Cuando el amor está presente no hay contradicciones. Sal del temor a través del amor que es lo que te llevará a la claridad para decidir cuándo necesitas decir sí. Date cuenta que la respuesta y la responsabilidad de la decisión proviene de ti y no de afuera. Me hablas de libertad y ésta empieza ahí. Sigue tu camino porque no es el camino de nadie más, sino sólo el tuyo. Nadie más lo puede caminar por ti, sólo tú misma. Nadie te lo está diseñando, ni en el cielo ni en la tierra, nadie más que tú misma. Queda en mi bendición.
