martes, 3 de agosto de 2010

Carta 3: ¿Cómo llegar a donde mi corazón ansía?


Hola Padre,
Vivíamos en New York cuando la helada madrugada del 16 de diciembre de 1964, bajo una fuerte nevada salimos de casa rumbo al aeropuerto. Íbamos a pasar las Navidades en casa de mis abuelos. En ese tiempo, el mundo no había entrado aún en la era digital y los controles aéreos de los aeropuertos estaban a merced de personas y no de computadoras. Jamás olvidaré a un inusitado pasajero que se subió de último al avión envuelto en un aura de prisa y desconcierto. Se sentó a nuestro lado todavía jadeando por la maratón que había corrido para lograr subirse a la aeronave. Al llegar a su asiento, visiblemente sudado sin detectar las miradas morbosas de mi hermana Ann y mía, se sentó a nuestro lado y en tres segundos y medio se quedó dormido. Algunas horas más tarde, se despertó y notamos su preocupación al ver que el tiempo pasaba y que aún no llegaba a su destino. Al pasar la azafata por el pasillo de la clase turista le preguntó -¿Cuánto tiempo falta para llegar a Dallas?- Ella respondió -¿A Dallas dijo usted?- –Sí, eso dije- Visiblemente alterada ella respondió–Faltan 6 horas para aterrizar señor, este vuelo va para Londres- ¡Soy Jackie y eso exactamente me está pasando a mí!

Parece que estoy un poco “dormida” en mi vida y estoy llegando a lugares a los que no quiero ir. Te cuento un ejemplo típico que refleja mi vida: vivimos en Virginia del Norte y hace un tiempo mi esposo me invito a que lo acompañara 6 días a Oregón en un viaje de negocios. Precisamente en esa fecha se iba llevar a cabo un retiro espiritual de 5 días que yo había estado esperando todo el año. Era un encuentro espiritual increíble, único, donde grandes personalidades iban a impartir talleres y conferencias de temas apasionantes. ¿Qué hacer? Por un lado, mi esposo pedía mi compañía, pues nos habíamos visto poco las últimas semanas debido a su trabajo.

Adicionalmente, las esposas de los otros ejecutivos irían. Pero, por el otro lado, para mi vida espiritual era muy importante ese encuentro. Sentí que tenía que elegir entre el cielo y la tierra. Finalmente, acepte acompañarlo. ¿Cuál fue el resultado? Las esposas de los otros ejecutivos no llegaron y por ser la única mujer,James prefirió que no fuera con ellos a las reuniones más importantes porque podría sentirme incómoda. Me apunté en algunas excursiones para conocer la ciudad, pero la mayoría del tiempo estuve en el hotel. ¡Quería darme 10 golpes en la cabeza por haberme sacrificado a mí misma! ¿Cómo no le dije lo qué sentía realmente? ¿Por qué no fui asertiva y le dije a James simplemente “no”? Creo que él lo hubiera aceptado. El problema está en mí. He dejado pasar un millón de oportunidades maravillosas por temor a lastimar a los demás. He sacrificado mis partidos de tenis, el gimnasio, atractivos trabajos; viajes con mis amigas; inversiones interesantes y alegrías personales para que todos los demás obtengan lo que desean. Me falta valor para decir no. Para defender mis sentimientos, mis pensamientos, mis sueños. Me falta fuerza y asertividad para encaminarme hacia donde quiero llegar. A menudo por eso termino en donde no quiero.

Me preguntaba, Dios, ¿cómo me despojo del temor que habita en el fondo de mi corazón de creer que soy pequeña, efímera e insignificante? ¿Qué me dará la fuerza para llegar hacia donde mi corazón y mi alma ansían de verdad?

Amada Jackie: En este camino que recorren millones de seres donde parece que lidian entre su intención del amor hacia sí mismos o hacia otros en realidad lo que hacen es lidiar en el temor hacia sí mismos y hacia otros. Porque si las decisiones que se toman están basadas en el amor en ellas hay libertad, gozo y paz. Cuando se toman en el temor, el resultado es lo opuesto y queda un vacío interior que nada lo puede llenar. Sin embargo, me cuentas que querías asistir a un retiro espiritual, supongo que se relacionaba conmigo y observo que lo estabas buscando afuera, no adentro de ti. Estabas buscando toda una convivencia que te llevara a eso cuando tuviste la oportunidad de estar contigo misma. Ésta era, precisamente, la mayor de las oportunidades que te podía llevar a estar en contacto contigo y conmigo. Disfrutaste de una soledad única sin distractores y lo único que hiciste fue enojarte contigo por no haber sido asertiva. Tu pregunta inicial es la más importante, pero te la responderé al final… ¿Por qué me estás buscando afuera si me puedes encontrar adentro de ti misma? Admiro ese intento de inscribirte en un retiro de 5 días para encontrarme, sin embargo, al viajar con tu esposo más “retirada” no pudiste estar. Me pediste que te diera la oportunidad de encontrarte conmigo y mejor oportunidad no pudiste haber tenido, ¿no crees? Date cuenta que lo que estabas buscando allá afuera, estaba adentro de ti porque yo te habito. Y para estar conmigo sólo necesitas ir a tu interior, hacia lo profundo de ti y abrir tu corazón; abrir tu mente y dejarte fluir en mi universo que habita en tu interior. No necesitas nada más que invocarme como estás haciendo ahora. No es necesario hacer tanto para encontrarse conmigo. En la medida en que no te encuentras conmigo, no te encuentras tampoco contigo. Y cuando no te encuentras contigo ni conmigo es más fácil oír las voces del temor que las del amor. ¿Qué tal si más allá de técnicas asertivas vuelves a ti y vuelves a mí que es realmente lo que estás buscando? Y, ¿qué tal si para cada decisión que tomes en cuanto a otros revisas realmente tu intención? Porque cuando estás tomando una decisión desde el amor no hay confusiones ni contradicciones, estás alineada contigo y conmigo. Mas cuando tomas decisiones en el temor y en el enojo, ni estás contigo ni estás conmigo. Ni lo que haces realmente es para ti ni para mí ni para otros, sino lo que haces es seguir caminos escritos por otros, que no son los tuyos. Te preguntas, ¿por qué no llegas al camino que tú quieres recorrer? Sin embargo, todo lo que has hecho lo has elegido tú. A veces te parece que es alguien más quien te lleva a recorrer ese camino que no es tuyo. Pero, dime, ¿escogiste tú a tu pareja? Sí, así fue. ¿Decidiste tú hacer lo que has hecho por los demás? Sí, tú lo decidiste. Pero tal pareciera que te enojas al sentir que hay una parte que decide sobre ti y que no eres tú. En realidad, te invito a pensar y a sentir que eres tú quien está tomando cada decisión; te invito a recobrar tu propia consciencia de ti misma y retomarla en un nivel de significado y responsabilidad propia. Te invito a asumir tu propia responsabilidad sobre tus decisiones y a ponerte en contacto con ellas y con tu intención. Más bien, bendícete en lugar de juzgarte; respetar esa intención que has tenido de hacerlo para otros, pero en bendición. Cuando empieces a bendecir que es lo que debes hacer en lugar de juzgarte, reprocharte y enojarte contigo misma, entonces vas a recobrar la energía para decir no a lo que no te apetece hacer. Nadie te ha obligado, revisa tu vida. Todas las decisiones las has tomado tú en plena libertad, pues vives en una parte del planeta donde la voluntad se respeta. Entonces, ¿qué tal si asumes la responsabilidad de tus decisiones y bendices por el fruto que de éstas has tenido? Revisa. Ha sido fruto de mucha luz en la mayoría de tus decisiones, sólo que has sentido que las tomaste sin ti, pero realmente las tomaste tú. Colócate dentro de ti, no necesitas buscar afuera a quien te habita. Tú te habitas a ti misma y Yo también. Me preguntas qué hacer para ser más asertiva, no es cuestión de técnicas sólo vuelve a ti. Escúchate, pero desde el amor en tu ser iluminado sagrado y bondadoso. Adentro de ti hay una intención legítima de hacer bien a otros. Dicha intención está en el amor. Contacta con el amor no sólo a otros sino también a ti misma. Cuando el amor está presente no hay contradicciones. Sal del temor a través del amor que es lo que te llevará a la claridad para decidir cuándo necesitas decir sí. Date cuenta que la respuesta y la responsabilidad de la decisión proviene de ti y no de afuera. Me hablas de libertad y ésta empieza ahí. Sigue tu camino porque no es el camino de nadie más, sino sólo el tuyo. Nadie más lo puede caminar por ti, sólo tú misma. Nadie te lo está diseñando, ni en el cielo ni en la tierra, nadie más que tú misma. Queda en mi bendición.

jueves, 24 de junio de 2010

Carta 11: ¿Hasta dónde lo dejo ser su padre?

Hola Dios:


¿Cómo estás? Yo muy preocupada y confundida. Soy Claudia María, tengo 28 años y vivo en Venezuela. Soy una madre soltera que está atravesando por un muy mal momento. Necesito respuestas urgentes de tu parte, por favor. Soy secretaria y vivimos junto con mi hijito, Alfredo, en casa de mi madre. Su padre y yo fuimos novios durante tres años. El noviazgo fue difícil, pues peleábamos mucho debido a sus celos y su necesidad de control. Me propuso matrimonio y yo no acepté de inmediato. En el fondo, Carlos me daba miedo. Sin embargo, a los pocos días quedé embarazada y me resigné a casarme con él. Cuál sería mi sorpresa que en el momento que le comuniqué que estaba embarazada, se desapareció por los siguientes tres años. No volví a verlo, no se comunicó más. Parecía como que si la tierra se lo hubiera tragado. La única respuesta de sus padres fue que se había ido a estudiar al extranjero. Entonces, entendí que nos había abandonado. Era incomprensible, ya que dos meses atrás me había propuesto matrimonio. ¡Estaba deshecha!
El embarazo lo viví en medio de mucha cólera, temor y lágrimas. Mi madre me apoyó todo lo que pudo. Como es lógico, el dinero era escaso, mi salario de secretaria en el gobierno no era bueno y como pude le fui haciendo frente a la situación. El bebé nació muy bien en medio de un silencio doloroso. Al pasar el tiempo, el amor de Alfredito nos fue sanando la herida del corazón. No tuve ninguna otra relación amorosa y me dediqué por completo a mi hijo y a mi trabajo. ¡Él fue creciendo bello, sano y fuerte! ¡Mi madre y yo estamos muy orgullosas de él! Ahora, asiste al Kinder por primera vez. Por supuesto, que Alfredito únicamente lleva mis apellidos porque así lo quiero.
Todo iba en paz y muy bien hasta que Carlos apareció de nuevo. Fue hace 6 meses cuando recibí su primera llamada. Inicialmente, fue para pedir perdón y conocer a su hijo. Cuando escuché su voz sentí que un relámpago me golpeaba la cabeza. No recuerdo nunca haber sentido tanto miedo. Mi instinto materno me dijo que había peligro. Yo me negué a que viniera a casa a conocerlo. Las semanas siguientes, me llamó alrededor de 20 veces al día para presionarme. Parecía una guerra de guerrillas, terrorífica e intimidante. Comenzó a llamar a mi madre, quien por la angustia se enfermó de inmediato. Estacionaba su auto frente a nuestra casa y pasaba allí largas horas. Por fin, acepté llevar a su hijo a un McDonald’s para que lo conociera. Fue un encuentro tenso y Alfredito quedó muy confundido por lo que Carlos le dijo: “soy tu papi y tengo derecho a verte, aunque tu mami no quiera”. A partir del encuentro decidí, definitivamente, que no lo vería más. A raíz de ese incidente Carlos subió el tono de la presión; se volvió violento, abusivo y agresivo. Tuvo el descaro de amenazarme con “usar la fuerza” si yo no lo dejaba ver a
su hijo. Quiere intimidarme y arrinconarme. Observo sus conductas, hasta el momento no me ha ofrecido ni un solo centavo; no ha preguntado nada que muestre ni el más mínimo gesto de amor hacia el niño; no ha tenido ninguna consideración ni gentileza hacia mi madre o hacia mí. Por el contrario, utiliza todo tipo de argumentos para hacerme sentir culpable, pero no tiene ninguna muestra amor hacia su hijo, mi madre o yo.
Nosotros tres vivíamos en paz hasta que Carlos apareció. Mi intuición me dice que esto no es bueno. Mi mente me dice que podría ser bueno para Alfredito. Mi corazón está muy confundido.
Dime, Dios, ¿hasta dónde lo dejo ser su padre? ¿Cuál es su derecho real ante esta situación? ¿Qué es lo mejor para Alfredito?

Amada Claudia María:
Sé que te encuentras muy asustada y afligida. Todo lo que ha sucedido desde la noticia del embarazo hasta la fecha, más la forma como se ha comportado el papá de tu hijo, te hace sentir un profundo temor que no entiendes. En vista de que tus preguntas son específicas en cuanto a este padre de este hijo, mi propósito no es darte una respuesta general sobre la paternidad, sino específica hacia ti y tus circunstancias.
Todo ser humano de cualquier edad tiene derecho a ser respetado y a protegerse a sí mismo cuando ha sido agredido, tal y como tú lo sientes con respecto al padre del niño. Pero aquí hay dos factores: por un lado, en tu interior, mientras tu corazón esté con tanto temor, tu mente no puede trabajar con claridad ni tomar las medidas adecuadas para, realmente, establecer una paternidad responsable. Y por otro lado, en el exterior y ante la ley de los hombres tienes la ventaja de que el hijo no está bajo la tutela del padre, puesto que no tiene sus nombres. Pero, ante ti misma te preguntas más allá de la ley humana, no de cuál es tu derecho, sino cuál es el derecho de tu propio hijo con respecto a su padre. Porque los derechos son de tu hijo, no sólo de ustedes como padres. Existen muchos padres que únicamente han aportado su parte biológica para que un niño sea gestado, pero la parte fundamental, el aporte que el padre hace para la crianza del hijo muchas veces falta.
Quiero decirte que en primer lugar, es importante que sane tu corazón y tu mente de tanto temor acumulado a lo largo de estos años. Busca ayuda para que tu corazón tenga paz y tu mente se aclare. También, a pesar de que te suene extraño que Yo diga esto, busca ayuda legal para que las leyes humanas puedan protegerte, sobre todo por la forma en que, Yo sé que tu madre y tú han sido fuertemente agredidas por él, en tu propia casa. En este instante lo que prevalece es la seguridad de Alfredito, de tu madre y tuya, por sobre el derecho de la paternidad o no del padre. Más bien, él necesita límites a su conducta para los cuales puedes apoyarte en la ley humana para obtener medidas de protección. Esta protección implica que no se acerque ni a ti ni a tu casa dada la forma en que ya han sido agredidas.
Sería bueno que tuvieras un intermediario humano, un hombre de la ley, para que el padre de tu hijo entienda que tú eres quien tomará la decisión de hacer alguna concesión. Según su comportamiento podría tener uno o dos años de prueba para mostrar su conducta y responsabilidad. Además, él debe definir ante la ley de los hombres cuál es su intención hacia el niño y qué está dispuesto a hacer para ser un verdadero padre. Incluso, tienes la posibilidad de poner como condición legal que el padre asista a un tratamiento para aprender a manejar su ira para condicionar su presencia ante el niño. Necesitas evaluar a través de los años, que él verdaderamente demuestre que su conducta no es violenta hacia ti ni hacia el niño ni hacia nadie. De no ser así tu instinto, en este caso en particular, te está hablando más que tu razón, te habla para protegerte a ti y a tu familia no sólo a Alfredito, sino también a tu madre.
Pero aunque, tomes medidas externas si tú aún mantienes un estado continuo de temor sin sanar todas esas heridas, la maternidad con tu niño puede verse totalmente afectada, en todos los aspectos, incluyendo su sobrevivencia física, su educación, su vida emocional, afectiva y espiritual. Es importante que veas que el padre de Alfredito no está sano, por eso debes exigir ante los tribunales humanos. Debes condicionar su presencia en la vida del niño sólo en función de que él reciba ayuda, es fundamental para ustedes. De lo contrario, aunque tu hijo no lo comprenda ahora que es niño y le sea difícil aceptarlo, quizá más adelante si lo pueda comprender, no lo puedes permitir.
Así que, mi querida hijita, no temas. Sigue con tu vida, resuelve esta situación; recurre a una protección externa para ti y tu familia. Envía desde tu corazón armonía y luz, para ti y para él; perdónalo desde lo más profundo de tu corazón para que tú estés libre y puedas ayudar a criar a tu hijo fuerte y libre.
Que mi bendición esté contigo.

lunes, 24 de mayo de 2010

Carta 34: No te creo nada

Carta 34: No te creo nada

Hola, Dios:

No quiero preguntarte nada. Únicamente quiero decirte lo que siento por Tií Prefiero hacerlo por escrito ya que estoy segura que no me escuchas cuando te hablo. Dime, ¿de qué me ha servido ser una buena cristiana tantos años? ¿Para qué asistí durante tantos años a la escuela dominical si Tú me ibas a fallar? Tantas horas dedicadas a congresos y estudios bíblicos si no estuviste ahí cuando más te necesité. Muchos fueron los años de estudiar tus promesas bíblicas y creerlas y me fallaste. ¿Dónde está el “Dios que tiene cuidado de sus hijos y amorosamente los aprovisiona? Y tiene misericordia de nosotros”?

¡No te creo nada! ¡Mi amada Jasmin murió y no hiciste nada para salvarla! A una criatura inocente, de 8 añitos le mandaste algo con lo que no pudo batallar: ¡un tumor cerebral! Mi pequeña luchó a pesar de las tremendas cirugías, las miles de inyecciones y punciones lumbares; la quimioterapia, los dolores intensos e insoportables del proceso y la soledad silenciosa a la que lleva dos años de hospitalizaciones. No puedo olvidar sus hermosos ojitos negros diciéndome: - no te preocupes mamita, Diosito me va a salvar-. Y aquí está tu traición.

¿Por qué nos hiciste eso? ¿Por qué me has quitado lo más sagrado de mi vida? ¿No te bastó con no quererme dar más niños? ¿No te bastó con llevarte a mi marido hace dos años? No, tenías que llevártela a ella también. Ya no me queda nada en la vida.

Ahora sí sé que me has dado la espalda; ahora sí estoy segura que no cuento contigo y que todo lo que has ofrecido no es verdad. No te creo nada. No quiero saber nada de Tí.

Amada Anabella:

Comprendo tengas esos sentimientos hacia mí y que no logres entender por qué sucedió esto en tu vida. Cada quien tiene su propio ciclo de vida en la Tierra, con un inicio y un final. Ésos momentos están diseñados y colocados en el alma de cada ser. Cada uno antes de venir a la Tierra tiene un plan de lo que viene a aprender, de la misión que viene a cumplir para sí mismo y para otros, independientemente de la edad. Tanto tu esposo como tu hijita cumplieron cada uno su misión.

Quizá ni Yo ni nadie tenga la palabra adecuada que consuele tu corazón, pero cada alma escoge la forma en que se va a ir de aquí de acuerdo a sus propios aprendizajes. Más que pedirte que vuelvas a abrir tu corazón a Mí o que vuelvas a creer en algo, te quiero decir que entiendo tu enojo y tu tristeza. Comprendo que no logres entender por qué ellos se fueron. Sin embargo, amada Anabella, cada uno tenía un plan diseñado para su propia vida que hizo que la vida de ellos se mezclara con la tuya. Sin embargo, tu enojo no va a durar para siempre y cuando empiece a pasar, quisiera sugerirte que comiences por agradecer el tiempo que los tuviste a tu lado, porque ni tu hija ni tu esposo eran tuyos. Son de la vida y de sus ciclos, del ritmo de sus propias almas y de la bendición que cada uno te dio al haber estado aquí.

Me reclamas por todo ese dolor que tuvo que pasar tu hijita. La decisión de someterla a esos tratamientos fue tuya, sin embargo, si le hubiera sucedido en otra época, no se le hubiera dado ningún tratamiento y habría partido muchísimo más rápido. Con esto no quiero decirte que invito a los seres humanos a no luchar por los que aman, no. Pero, lejos de que lo recuerdes únicamente con dolor, ¿qué tal si empiezas a honrar la presencia de ellos en tu vida? Recuerda con amor todo lo que sí hubo entre ustedes y empieza a aceptar que tú hiciste todo lo que estuvo en tus manos, pero que era su camino, no el tuyo. Porque así es la vida de cada ser, cada uno tiene su propio camino.

Sé que sigues enojada conmigo y puedes tomarte el tiempo que quieras para estarlo, es tu decisión y tu libre albedrío. Quiero decirte que en los momentos en que menos me sentiste fue cuando te di las fuerzas para poder sostenerte en pie y te las sigo dando para poder continuar en la vida que hoy tienes y cumplir la misión para la que viniste a esta Tierra. Que por cierto, no fue a sufrir. Sé que tanto tu esposo como tu hijita eran todo para ti, pero te queda tu propia vida. Sé que tratas de entender de muchas maneras todo lo que ha pasado y que, por supuesto, me responsabilizas directamente, sin embargo, quiero decirte algo: el propósito de vida de cada quien lo decide cada alma por sí misma. Quizás es más fácil enojarse conmigo que encontrar el valor para empezar a darle un nuevo significado a tu vida. Les coloqué en su interior las herramientas necesarias para que poco a poco logren procesar sus pérdidas y para sanar el dolor. Te acompaño en esto.

Y aunque ya no me quieras escuchar ni creas en mí, quiero decirte que siempre estoy a tu lado; que te amo y que en el momento que decidas volver acercarte a mí, las puertas están completamente abiertas. En el plano de lo humano cuentan con muchas formas de ayuda para sanar todo ese dolor, pero lo que realmente lo va a sanar es que salga de ti ese enojo y que empieces a dar a los demás algo de lo que hay en tu interior. Tu tiempo y tu misión esperan. Tu propia vida te espera. A veces te preguntas, ¿para qué la quieres? Te recuerdo que antes de tener un esposo y una hija tenías una vida propia. Y que si bien ahora no es fácil, puedes recuperarla. Y con la madurez que todo esto puede haberte dado, podrías conducir a muchos seres hacia la paz y la luz conforme tú la vayas encontrando.

Pero, hijita, estés abierta o no a creerme, debes saber que Yo te acompaño, te cuido y te protejo. Y que lo que sucedió con tu hijita y tu esposo de ninguna manera fue abandono de mi parte, al contrario. Los acompañé en cada instante de sus vidas en el planeta. Sólo te pido que te des la oportunidad de recordar quién eres más allá de haber sido esposa y madre. Que eres un ser completo, único, con el don de la vida y con la capacidad de poderla vivir de muchas formas maravillosas. Ábrete a la posibilidad de volver a vivir y de salir del enojo. Incluso es de mucha ayuda para que tu corazón logre sanar; que me perdones a pesar de que la idea que tienes de Mí no ha correspondido con lo que esperabas. Sin embargo, hijita, Yo soy más que una idea y en mí se dan todos los ciclos de la vida y en éstos, aunque muchas veces ustedes no puedan comprender los propósitos, todo siempre tiene un propósito.

En la vida en el planeta Tierra, cada alma tiene su tiempo de partir, lo comprendas o no; cada alma tiene su propio propósito y misión, lo comprendas o no. Quizá por el amor que les tuviste, puedas respetar la decisión que cada una de sus almas tomó en su propio camino evolutivo que llevan a lo largo de la eternidad.

Queda en mi paz y en mi luz. Te amo.



miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Qué responde Dios a una madre cuyas dos hijas adolescentes han estado embarazadas y la madre abandonada por el esposo, se ha dedicado a la parranda?


Carta 8: Sobre mis hijos adolescentes

Hola, Dios:
¿Sabes estoy muy enojada contigo? ¿Dónde has estado cuando más te he necesitado? Mi hija Mary Ann de 16 años está embarazada y su novio “desapareció”. Desde hace 4 años, estoy a cargo de mi hija mayor, Jacqueline, y de su hijo, mi nieto, que nació cuando ella tenía 15 años. Me hago cargo de ellos para que ella logre terminar la escuela. Y ahora… nuevamente lo mismo. ¡Qué estúpida es Mary Ann que no aprendió de Jacqueline! ¿Te imaginas lo furiosa que estoy?

Creí, ingenuamente, que los famosos problemas de adolescencia eran: pizza tirada por todo el piso; exámenes perdidos y calificaciones bajas; problemas de novios y amor junto a peleas caseras por intercambios de ropa. Cuánto me equivoqué. Hoy a mis 39 años, cuido un nieto y viene otro en camino. Ambos sin padres.

Anoche, estaba lavando ropa cuando se me hizo un nudo en la garganta al recordar aquellas tardes cuando Mary Ann y Jacqueline entraban corriendo del jardín tomadas de la mano y en una silenciosa y secreta complicidad robaban a hurtadillas galletas de chispas de chocolate recién horneadas. Nuestra perra Spunky siempre las delataba, pues ladraba sin cesar hasta obtener también ella su humeante galleta. En esa época, Mark, su padre, aún vivía con nosotros y la vida era bastante buena.

Él se fue hace muchos años y eventualmente tenemos alguna noticia de su paradero. Vive en algún lugar de Sudamérica, no sé exactamente dónde. Lo odié profundamente cuando se fue. Ahora confieso que lo extraño muchísimo y me gustaría decirle cuánto lo necesito en casa para poner en orden a las chicas. Mi nieto Tom que tiene tres años me desgarra el corazón cuando pregunta por su padre una y otra vez. Mi hija está tan frustrada que le pega y le grita. Espera que su pequeño hijo de 3 años se comporte como un adulto de 30. Y ahora, Mary Ann ha entrado en accesos de cólera cada vez que vomita debido a su embarazo. Desde ya rechaza al bebé. ¡No voy a poder hacerme cargo de todo, no puedo con todo esto!

Sé que yo no me he portado muy bien… Cuando Mark se fue comencé a salir todas las noches. Parrandeaba y bebía en grande y tuve muchas relaciones con diferentes hombres. Quería vengarme de él y de su inexplicable abandono. Las niñas me esperaban despiertas hasta la madrugada; y me aliviaba cuando no estaban en casa porque ello significaba que estaban en casa de alguna amiguita al cuidado de otros padres. Ni siquiera me di cuenta cuándo tuvieron sexo por primera vez ya que yo estaba en lo mío. Recuerdo un fatídico día que llegué de madrugada y encontré a Jacqueline de 12 años completamente borracha. Únicamente le pegué una bofetada cuando me desafió con su aliento a alcohol. Lo terrible es que yo estaba igual que ella y me enfureció que me confrontara por ello. Mary Ann se involucró con un hombre de 26 años cuando ella tenía 14. Supongo que él será el padre de su hijo, aunque ella lo niega. Hoy me doy cuenta de que ellas han sufrido profundamente.

Lamento mucho no haberlas amado como se merecían. Cuando se fue su padre, ya no tuve espacio para ellas ni en mi mente ni en mi corazón. Me volví una madre egoísta; una mujer banal, pusilánime y superflua. Hoy sé que no hay peor cosa para un hijo que tener una madre egocéntrica, preocupada sólo por lo que a ella le sucede sin darse cuenta del dolor en el corazón de sus hijos. Lo lamento tanto, hijas mías, y les pido perdón en esta carta dirigida a Dios. Sé que mis prematuros nietos son la cosecha de las ensombrecidas semillas que plantamos en sus corazones su padre y yo…

En realidad, no estoy tan enojada contigo Dios, sino conmigo misma por haber sido tan tonta e inmadura. He estado basando mi propia vida en escasez, perdida y separación; la mentira me ha obscurecido.

¿Cómo logro ver ahora lo que realmente quiero que sea mi vida? ¿De dónde saco el valor para llevar de regreso al amor y a la paz a esta familia tan lastimada? ¿Cómo reconforto y regreso a la luz el corazón lastimado y herido de mis dos hijas adolescentes?



Amada Jeaneth:
Cuántas preguntas tan importantes y tan complejas y a la vez simples de responder me haces. No sabes si estar enojada contigo, conmigo, con la vida o con tus hijas, pero estás enojada. Pero, más que enojada estás herida por tanta aflicción, tanto dolor y tanto miedo. Te sientes herida por ti misma, atribuyéndote toda la responsabilidad de lo que ha sucedido con tus hijas; con temor hacia el futuro que te toca enfrentar ahora que ya no son dos sino cuatro en la familia. Y, además, con la conciencia que lo que pasó entre tú y tu esposo es la causa, en gran parte, de lo que ha sucedido con tus hijas.

Déjame decirte primero, hijita, que no pienses que es tarde ni que estos niños que han venido al mundo son seres que nunca debieron estar aquí, tal y como lo siente tu hijita menor. Más bien, lo que les ha sucedido a ustedes es una cadena de acontecimientos que podrían explicarse desde muchos ángulos. En tu mundo, un psicólogo lo podría explicar perfectamente. Pero, más bien, veamos la cadena del corazón. Tu corazón asustado y herido debido al abandono de tu compañero ya no encontró espacio para amar. Lo primero es poder entenderte a ti misma y perdonarte, antes de entender qué pasó psicológicamente con tus hijas.

Hasta donde te ha sido posible has hecho lo mejor que has podido por ellas. Te juzgas por egoísta, pero han sobrevivido gracias a ti. Por lo tanto, pregúntate cuán egoísta en realidad has sido?. Sé que te avergüenzas por la vida que has llevado desde que te abandonó tu esposo y sabes que esto repercutió mucho en tus hijas. Pero te pregunto si en aquel momento estabas consciente. Creo que no, lo único que querías era huir de ti misma, de tu dolor, de tu vacío, de tu tristeza, de tu desesperación y del enojo que tenías contra él. No te diste cuenta de todo lo que provocabas en tus hijas; no te diste cuenta que no tenías cómo darte cuenta. Piensas que es tarde y muchos seres quizá lo piensan así, pero Yo no, nunca es tarde. Ahora son cuatro, pero no son cuatro cargas, son cuatro seres, son cuatro hermosas vidas.

Las madres de esos niños son ellas, no tú. Y si bien ellas aún son unas niñas, ya están en camino de convertirse en mujeres. Tanto tú como ellas deben buscar ayuda en su comunidad para que, urgentemente, inicien un proceso de sanación personal y familiar. Deben detener el círculo donde se han metido para que no se repita más. Tus hijas aún no han salido de ese círculo y tienen la posibilidad de volver a repetirlo. En tu país no existe ninguna limitante sobre la educación sexual, ellas deben conocer todo sobre la responsabilidad sexual.

Entonces, considero que es muy importante para todas pasar por un proceso de sanación para lograr cambiar sus sentimientos, puesto que están enojadas consigo mismas, contigo, con la vida, con su padre y hasta conmigo, aunque a mí prefieren ignorarme. Sin embargo, tú nunca trataste de hacerles daño. A pesar de que tú misma no podías llevar la carga de tu propia vida, las has sostenido, proveído y criado.

Entonces, hijita, primero que nada, te invito a perdonarte y a no juzgarte tan duramente. En segundo lugar, quiero decirte que no eres perfecta, como ningún ser humano lo es. Y que para dar el paso de vuelta a la luz, es fácil, sólo hay que darlo. Ábreme tu corazón y permíteme que entre en él. ¡Despierta a la vida de nuevo! Toma la decisión de volver a vivir, ya que sin darte cuenta, cuando se fue tu compañero dejaste de hacerlo.
También es muy importante que resuelvas que tu fuente de vida no era tu compañero; por si acaso no lo tienes claro: soy Yo. Tu vida no terminó cuando él se fue, tu corazón aún necesita sanar su partida. Pero quiero que te des cuenta que ningún otro compañero provisional llenó ese vacío, porque éste necesita ser llenado por ti misma, de amor, de respeto a ti misma y con la decisión de dejar de sentirte una víctima de él, de ti misma, de mí y de tus hijas. No eres una víctima, mi amor, todas han sido tus elecciones. Ustedes los humanos están bajo la ley causal y esto significa que todas sus acciones tienen consecuencias, estén conscientes o no. Sin embargo, no es un castigo lo que están viviendo, sino estos nuevos niños son una bendición en la familia, son el inicio de una nueva vida. Yo no te he mandado esto para castigarte ni a ti ni a tus hijas, no. Éstas son sólo las consecuencias de tus propias elecciones y de tus actos.
Ahora tienen una nueva oportunidad para ser felices y con alegría aprender a ser responsables, tanto tú como ellas, sobre sí mismas y sobre sus propias vidas. O bien, pueden hacerlo como el acto más triste de sus vidas y ensombrecer la vida de todas y también la de las criaturas o decidir ser felices. Si tú empiezas a ver a tus nietos como una bendición, tus hijas harán lo mismo.
Tú no eres la madre de esos niños, pero sí eres madre de esas niñas que tienen ya niños. Es el momento de que las tres inicien un nuevo proceso de educación sobre responsabilidad. Las tareas y los roles se deben de reasignar. Tus hijas ya no pueden seguir jugando muñecas, puesto que tienen sus muñecos de verdad a los que deben de cuidar. No desesperes y hazles saber que tú puedes contribuir, pero que las responsables de los bebés son ellas, no tú.

Si está en tu voluntad, las puedes acompañar en todo lo que quieras y puedas, pero reitérales que la carga no es tuya y que la responsabilidad es de ellas. Hazles saber también que en tu país cuentan con más ayuda que en ningún otro país del planeta. Si tú empiezas a albergar esperanza dentro de ti misma, les pondrás esperanza en sus corazoncitos para que ellas también puedan iniciar una vida nueva y sana.

Sin embargo, es importante que sanen de lo contrario ellas mismas seguirán repitiendo esto. Además, con la imagen que tienen del padre que las abandonó podrían seguir buscando compañeros que se vayan. No podrán consolidar hogares sanos y sólidos a sus hijos para poder ofrecerles el derecho que tienen a vivir una vida plena y feliz. Hazles saber con claridad que no tienen porque repetir tu propia historia y que tienen derecho a su propia felicidad.

Y, tú, mujer, encárgate de asumir tu propia historia personal y sanarla, con nietos o sin ellos con el derecho que Yo mismo te di para que logres una vida personal feliz. No tienes porque pagar nada ni vivir como que todo fuera un castigo. ¡Reacciona, reacciona! ¡Vuelve a ti! Si te haces cargo de ti misma y propicias que haya sanación familiar, entonces el futuro de ustedes tres puede ser diferente.

Te preguntas, ¿y por qué no hago Yo esa parte? Porque está de por medio tu voluntad, por ello les otorgué el libre albedrío, el mayor don que les di. Y es tu oportunidad, pero es también tu decisión. Si sigues quejándote conmigo el resto de tu vida, Yo te seguiré cuidando, abrazando y consolando; pero te invito a pensar que no necesitas venir a mí sólo con malas noticias. ¿Qué te parece si comienzas a venir con las buenas nuevas también? El cambio no sólo depende de mí, sino de que tú cambies tu propia visión del mundo. No es real que viniste al mundo a sufrir, no. Viniste a vivir. Sal ya de ahí y conforme tú salgas, darás el ejemplo a tus hijas y ellas saldrán también poco a poco. Salgan hacia la luz por la puerta de la sanación.
Decidas lo que decidas, hagas lo que hagas, te bendigo y te amo.
Queda en mi luz.

martes, 27 de abril de 2010

“Cómo me habló Dios”


…De tal manera, que decidí no quedarme como espectador sino buscar hacer algo concreto para poder “aclarar” un poco esta confusión que tenemos muchos mortales sobre las cosas cotidianas y simples de la vida y con ello lograr elevar nuestro nivel de conciencia para estar más cerca de Él. Para esto escribí una serie de cartas basadas en los casos mencionados enfocándome en todas las inquietudes de muchas mujeres del Siglo XXI. Las cartas van cargadas de dudas respecto a sus relaciones consigo mismas, con su pareja, dudas sobre el sexo, sobre dinero, sobre su propia maternidad y sobre todo, acerca de su relación con Dios. Cuando las vi escritas, nuevamente me hice la pregunta, “¿por qué no se lo pregunto a Él?” Y, entonces, en mis oraciones y meditaciones comencé a hablarle y a pedirle respuestas. Mi pedido a Dios fue el siguiente: “De la manera más humilde y llena de gratitud te pido que me des respuesta a estas cartas, pero de una manera sencilla y clara. Te pido, por favor, que nos hables a los hombres y las mujeres del Siglo XXI que necesitamos escuchar al Dios que nos habita para poder hacer una conexión sencilla y fácil contigo y fluir en el amor”.

Conforme más lo pedía en mi mente, más sentido me hacía. Hasta que un día pensé que se lo pediría a través de una carta. En esta carta le hablé de mis inquietudes y le agregué: “Te pido por favor que tus respuestas NO sean desde una perspectiva científica, ni literaria, ni cuántica, ni religiosa, ni metafísica, ni todas esas complicaciones de la civilización actual. Te pido, encarecidamente, que NO me des respuestas misteriosas, ni encriptadas, ni sólo para eruditos, ni con códigos ocultos. Te pido que sean sencillas, aplicables a la vida cotidiana y comprensibles para todos los seres humanos que buscamos claridad, intimidad contigo y encontrar tu luz en nuestro interior de forma simple”

“Te suplico que me respondas de alguna manera en que yo puedo darme cuenta que eres Tú, ya sea en sueños; en imágenes; en oración; en meditación; escuchando tu propia voz o a través de escritura. Por favor, ayúdame de alguna manera clara para conectarme contigo y divulgar las respuestas a todas las mujeres y los hombres que han compartido sus casos personales conmigo. Te suplico, por favor… ¡REPONDE! ¡RESPONDE! ¡RESPONDE! ¡RESPONDE! ¡RESPONDE! ¡RESPONDE! Y yo estaré muy agradecida.”

…Pasaron las semanas…y un día fuimos con mi esposo a nuestra casa del mar en el Océano Pacífico, Guatemala, en las playas de Monterrico. Ésta ha sido mi lugar de refugio, meditación, oración y descanso. Aquí Hans, mi esposo, aprovecha a hacer oración, meditación, negocios, hasta las reparaciones y el mantenimiento necesario a la casa. Mientras tanto, generalmente yo estoy trabajando o escribiendo a la orilla del mar. Es allí donde he tenido mis mayores momentos de plenitud con Dios, allí en frente a ese majestuoso mar. Pues ese día de enero viví la experiencia más inesperada e increíble de toda mi vida. La playa estaba desierta y había un cielo completamente azul y despejado. El mar rugía poderosamente como llamándome a su lado mientras mi esposo se encontraba reparando la grifería. Así que me encaminé hacia la orilla de las olas y me dispuse meditar. Tuve una maravillosa oración y meditación en la cual sentí plenitud y conexión con Dios.

Una paz y una serenidad maravillosa inundaba todo mi ser cuando cuál sería mi sorpresa al escuchar una voz completamente ajena a mí que dijo: “¿Me llamas?”. Creí que esto había sido producto de mi imaginación y la ignoré. A los pocos minutos, la voz volvió a sonar diciendo; “¿Me llamas?”. Entonces, le puse atención y creí que alguien me llamaba, así que vi para todos lados, pero la playa seguía desierta. Cuando escuché con claridad la misma voz por tercera vez, pensé que me estaba volviendo loca... De golpe recordé mi carta y mis insistentes oraciones a Dios pidiéndole respuestas una y otra vez. En ese momento, se apoderó de mí el terror y me sobrecogió una sensación indescriptible al darme cuenta que me encontraba sola frente al mar escuchando que Él me hablaba. Sentí pánico; estaba confundida por no acertar a lo que estaba sucediendo y un tanto perpleja por toda la situación. Nuevamente, la voz volvió a repetir por tercera vez: “¿Me llamas?”. Las piernas me temblaban y se me secó la boca quise salir corriendo del miedo. Sin embargo, me di cuenta que no tenía a donde ir, pues la voz la escuchaba adentro de mí y sabía que me seguiría a donde fuera. Estaba fuera de control, me quede sentada en mi silla bajo el toldo y comencé a llorar sin parar. Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, sobre todo mi cabeza, cuando de pronto comencé a escuchar el sonido del mar de una manera increíble, mucho más fuerte que de costumbre, como si me hubieran abierto los oídos. Estaba sumamente asustada por las sensaciones físicas que estaba sintiendo.

Las lágrimas me rodaban a borbotones y mi corazón y mi mente iban a toda velocidad cada una por su lado. Incluso intenté levantarme, pero las piernas no me respondieron. Por un momento me sentí arrepentida de haberlo llamado. Todo esto sucedía en mi ser en milésimas de segundo, que a su vez parecía una eternidad. En mis fantasías temía que su voz levantara una gigantesca ola y acabara con toda la población. Pero nada de eso sucedió, el paisaje siguió igual; no hubo rayos ni truenos; no se abrió el mar y nada se movió a mi alrededor. Pasó por mi mente la idea que pudiera ser un ángel o un espíritu o un ser de otra dimensión. Casi sin voz, con la quijada trabada, me atreví a preguntar – ¿Quién eres?- . Y de pronto, no sé si afuera o adentro de mí hubo un silencio absoluto. Parecía como si el mundo se hubiera paralizado, a pesar de que mis ojos veían que todo en la naturaleza seguía idéntico. Entonces, escuché nuevamente su voz firme y cálida diciendo: - “Soy el que Soy”-. Quise levantarme y tirarme al piso con la cara contra la arena, pero mi cuerpo simplemente no respondió. Sólo se me ocurrió responder - “¿de verdad eres tú, Dios?”- Y Él respondió: - Soy el que ha sido, soy y seré; El Creador de todo cuanto existe, que ha sido, es y será de todos los reinos, universos, dimensiones; de todos los seres, en todos los niveles. Yo soy y me has estado clamado para que te responda. ¿Qué quieres?-.

Todo mi cuerpo temblaba… estaba muda… boquiabierta… no me atrevía a responder. Al cabo de no sé cuánto tiempo… decidí armarme de valor y responder: -Santo Padre, no soy digna de que dirijas a mí tu voz, si pudiera me postraría ante ti. Me atreví a convocarte y jamás me imagine que me responderías en forma tan directa –. Él dijo: - “No soy tu imaginación, Yo soy todo, estoy adentro y afuera de ti y de todo lo que existe. Escucho todo, veo todo, sé todo, y hablo cuando quiero, con quien quiero y como quiero. ¿Qué quieres que te responda? –.

Mi mente estaba en blanco, no podía pensar en nada; responder a nada. Sólo podía llorar sin parar… no sé si pasaron minutos u horas hasta que pude volver a hablar. Le pregunte: -¿Aún estás allí? - Y la voz dijo: - ¡Sí!, te escucho” – Tartamudeando respondí tímidamente: - ¿Escuchaste mi petición cuando te escribí la carta? –
La voz contesto - Sí –
Yo dije: - quisiera hacerte millones de preguntas, pero humildemente te pregunto si quisieras responderme lo que ya te pregunté –.

Él respondió - Yo soy y he creado todas las leyes en el universo; todas las lenguas y todos los códigos. Yo soy lo masculino y lo femenino; soy la fuerza y la dulzura; el poder y la ternura. Todos los principios se unifican en mí; todas las polaridades se unifican en mí y a la vez Yo las manifiesto todas. Me estás pidiendo una respuesta como la Madre Creadora que soy de todo lo existente y como el Padre Universal. A partir de hoy, te responderé una carta por día. Ayunarás de pensamientos negativos; pondrás tu ser en paz, en luz y en santidad a través de la oración, y antes de volver a escucharme, habrás perdonado a todos aquellos que te hayan ofendido durante tu vida; te habrás perdonado a ti misma y pedirás perdón desde tu mente, tu alma y tu corazón a todos los que has ofendido en tu vida, para poderte dirigir a mí con pureza y entonces me puedas escuchar –

Con mucho asombro no me podía imaginar que siendo una mujer común y corriente; “pecadora”; que sin querer he ofendido a tanta gente, lastimado a tantas otras y provocado dolores y daños irreparables (como a todos nos sucede) cómo es que a mí un pequeño ser lleno de errores, Dios mismo le iba a responder?

De pronto, volvió a decir - Me has pedido que te responda de la forma más simple y sencilla, con el lenguaje de las personas comunes de tu mundo. Como yo he creado todos los códigos, entonces con ellos te responderé. Mas PUEDO RESPONDERTE EN CUALQUIER NIVEL QUE TÚ LO PIDAS, O QUE OTROS LO PIDAN CUANDO YO ASÍ LO CONSIDERE NECESARIO. PORQUE LOS SERES HUMANOS NO SE DAN CUENTA QUE A CADA UNO LE ESTOY HABLANDO DESDE SU CORAZON, EN SU MENTE Y EN SU ALMA; CON SU PROPIO CÓDIGO Y EN SU PROPIO IDIOMA. No temas, habítate de Luz que Yo te habito en la Luz. Abre todas las instancias de tu ser, corazón, alma, mente y cuerpo, para escucharme sobre cada una de estas cartas en las que no sólo pregunta una persona. Estoy respondiendo a miles o millones que se hacen las mismas preguntas que tú. –

Todo volvió a la normalidad. Nuevamente escuché el sonido del mar; volví a sentir el calor de la playa, la arena en mis pies, el sabor de mi boca. Nuevamente me pude mover y levantarme a pesar de que el temblor no se apartaba de mi cuerpo. De pronto, apareció Hans y me encontró completamente muda. No fui capaz de hablar por un buen rato y por mi palidez y silencio se preocupó mucho, ofreciéndome llamar al médico. Poco a poco, volví a mí pero pasé en una especie de shock por las siguientes horas sin poder compartirle ni a él ni a nadie la experiencia más sagrada de mi vida. Hasta que por fin le pude contar uno a uno los detalles de esta revelación.
Cuando hice lo que Dios me pidió, perdonarme a mí misma, limpiar mi corazón y alejar de mi mente y mi corazón todo pensamiento negativo, comencé a levantarme todos los días al amanecer a meditar. Así comenzó la secuencia de responder una carta cada día hasta completar la secuencia que presento en este libro….

viernes, 23 de abril de 2010


¡Bienvenidos!

Es un honor para mí presentarles mi nuevo libro.

“Este es un libro que une el Cielo y la Tierra. Es un manual de instrucciones que Dios mismo ha dictado, el cual busca enseñarnos a usar el libre albedrío para construir relaciones humanas que traerán el Cielo a la Tierra. Ofrece una guía clara, tanto para hombres como para mujeres, en la solución práctica de la agitación existente en sus relaciones humanas. “

A través de estas preguntas acerca de la vida y de las respuestas que me ha dado Dios, los invito a creer, disfrutar, aprender y trascender; a sumergirse profunda pero refrescantemente en este milagro de luz.

Es mi deseo que, al igual como yo he disfrutado y aprendido de esta experiencia, ustedes lo hagan también, y que juntos podamos ser bendecidos.