lunes, 24 de mayo de 2010

Carta 34: No te creo nada

Carta 34: No te creo nada

Hola, Dios:

No quiero preguntarte nada. Únicamente quiero decirte lo que siento por Tií Prefiero hacerlo por escrito ya que estoy segura que no me escuchas cuando te hablo. Dime, ¿de qué me ha servido ser una buena cristiana tantos años? ¿Para qué asistí durante tantos años a la escuela dominical si Tú me ibas a fallar? Tantas horas dedicadas a congresos y estudios bíblicos si no estuviste ahí cuando más te necesité. Muchos fueron los años de estudiar tus promesas bíblicas y creerlas y me fallaste. ¿Dónde está el “Dios que tiene cuidado de sus hijos y amorosamente los aprovisiona? Y tiene misericordia de nosotros”?

¡No te creo nada! ¡Mi amada Jasmin murió y no hiciste nada para salvarla! A una criatura inocente, de 8 añitos le mandaste algo con lo que no pudo batallar: ¡un tumor cerebral! Mi pequeña luchó a pesar de las tremendas cirugías, las miles de inyecciones y punciones lumbares; la quimioterapia, los dolores intensos e insoportables del proceso y la soledad silenciosa a la que lleva dos años de hospitalizaciones. No puedo olvidar sus hermosos ojitos negros diciéndome: - no te preocupes mamita, Diosito me va a salvar-. Y aquí está tu traición.

¿Por qué nos hiciste eso? ¿Por qué me has quitado lo más sagrado de mi vida? ¿No te bastó con no quererme dar más niños? ¿No te bastó con llevarte a mi marido hace dos años? No, tenías que llevártela a ella también. Ya no me queda nada en la vida.

Ahora sí sé que me has dado la espalda; ahora sí estoy segura que no cuento contigo y que todo lo que has ofrecido no es verdad. No te creo nada. No quiero saber nada de Tí.

Amada Anabella:

Comprendo tengas esos sentimientos hacia mí y que no logres entender por qué sucedió esto en tu vida. Cada quien tiene su propio ciclo de vida en la Tierra, con un inicio y un final. Ésos momentos están diseñados y colocados en el alma de cada ser. Cada uno antes de venir a la Tierra tiene un plan de lo que viene a aprender, de la misión que viene a cumplir para sí mismo y para otros, independientemente de la edad. Tanto tu esposo como tu hijita cumplieron cada uno su misión.

Quizá ni Yo ni nadie tenga la palabra adecuada que consuele tu corazón, pero cada alma escoge la forma en que se va a ir de aquí de acuerdo a sus propios aprendizajes. Más que pedirte que vuelvas a abrir tu corazón a Mí o que vuelvas a creer en algo, te quiero decir que entiendo tu enojo y tu tristeza. Comprendo que no logres entender por qué ellos se fueron. Sin embargo, amada Anabella, cada uno tenía un plan diseñado para su propia vida que hizo que la vida de ellos se mezclara con la tuya. Sin embargo, tu enojo no va a durar para siempre y cuando empiece a pasar, quisiera sugerirte que comiences por agradecer el tiempo que los tuviste a tu lado, porque ni tu hija ni tu esposo eran tuyos. Son de la vida y de sus ciclos, del ritmo de sus propias almas y de la bendición que cada uno te dio al haber estado aquí.

Me reclamas por todo ese dolor que tuvo que pasar tu hijita. La decisión de someterla a esos tratamientos fue tuya, sin embargo, si le hubiera sucedido en otra época, no se le hubiera dado ningún tratamiento y habría partido muchísimo más rápido. Con esto no quiero decirte que invito a los seres humanos a no luchar por los que aman, no. Pero, lejos de que lo recuerdes únicamente con dolor, ¿qué tal si empiezas a honrar la presencia de ellos en tu vida? Recuerda con amor todo lo que sí hubo entre ustedes y empieza a aceptar que tú hiciste todo lo que estuvo en tus manos, pero que era su camino, no el tuyo. Porque así es la vida de cada ser, cada uno tiene su propio camino.

Sé que sigues enojada conmigo y puedes tomarte el tiempo que quieras para estarlo, es tu decisión y tu libre albedrío. Quiero decirte que en los momentos en que menos me sentiste fue cuando te di las fuerzas para poder sostenerte en pie y te las sigo dando para poder continuar en la vida que hoy tienes y cumplir la misión para la que viniste a esta Tierra. Que por cierto, no fue a sufrir. Sé que tanto tu esposo como tu hijita eran todo para ti, pero te queda tu propia vida. Sé que tratas de entender de muchas maneras todo lo que ha pasado y que, por supuesto, me responsabilizas directamente, sin embargo, quiero decirte algo: el propósito de vida de cada quien lo decide cada alma por sí misma. Quizás es más fácil enojarse conmigo que encontrar el valor para empezar a darle un nuevo significado a tu vida. Les coloqué en su interior las herramientas necesarias para que poco a poco logren procesar sus pérdidas y para sanar el dolor. Te acompaño en esto.

Y aunque ya no me quieras escuchar ni creas en mí, quiero decirte que siempre estoy a tu lado; que te amo y que en el momento que decidas volver acercarte a mí, las puertas están completamente abiertas. En el plano de lo humano cuentan con muchas formas de ayuda para sanar todo ese dolor, pero lo que realmente lo va a sanar es que salga de ti ese enojo y que empieces a dar a los demás algo de lo que hay en tu interior. Tu tiempo y tu misión esperan. Tu propia vida te espera. A veces te preguntas, ¿para qué la quieres? Te recuerdo que antes de tener un esposo y una hija tenías una vida propia. Y que si bien ahora no es fácil, puedes recuperarla. Y con la madurez que todo esto puede haberte dado, podrías conducir a muchos seres hacia la paz y la luz conforme tú la vayas encontrando.

Pero, hijita, estés abierta o no a creerme, debes saber que Yo te acompaño, te cuido y te protejo. Y que lo que sucedió con tu hijita y tu esposo de ninguna manera fue abandono de mi parte, al contrario. Los acompañé en cada instante de sus vidas en el planeta. Sólo te pido que te des la oportunidad de recordar quién eres más allá de haber sido esposa y madre. Que eres un ser completo, único, con el don de la vida y con la capacidad de poderla vivir de muchas formas maravillosas. Ábrete a la posibilidad de volver a vivir y de salir del enojo. Incluso es de mucha ayuda para que tu corazón logre sanar; que me perdones a pesar de que la idea que tienes de Mí no ha correspondido con lo que esperabas. Sin embargo, hijita, Yo soy más que una idea y en mí se dan todos los ciclos de la vida y en éstos, aunque muchas veces ustedes no puedan comprender los propósitos, todo siempre tiene un propósito.

En la vida en el planeta Tierra, cada alma tiene su tiempo de partir, lo comprendas o no; cada alma tiene su propio propósito y misión, lo comprendas o no. Quizá por el amor que les tuviste, puedas respetar la decisión que cada una de sus almas tomó en su propio camino evolutivo que llevan a lo largo de la eternidad.

Queda en mi paz y en mi luz. Te amo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario